Comentario
De acuerdo con el estado actual de la investigación, de la Asiria del siglo XV en poder de los hurritas de Mitanni, no han llegado restos arquitectónicos. Tampoco los poseemos de la época de Assuruballit I (1365-1330), rey que supo convertir a Asiria en potencia internacional, lejos del vasallaje hurrita. La construcción más antigua de esta etapa histórica corresponde al palacio de Adad-nirari I (1307-1275), levantado en Assur y de estructura muy similar a la de los palacios hurritas de Alalakh y Nuzi. Rodeado por una muralla de irregular perímetro, estaba diseñado de acuerdo con diversos sistemas de patios, a cuyo entorno se abrían las estancias.
Años después, con Salmanasar I (1274-1245) y su hijo Tukulti-Ninurta I (1244-1208), se dio paso a una política de grandes construcciones religiosas y civiles, parte de cuyos restos se han podido conocer. Salmanasar I fundó una nueva ciudad, Kalkhu -conocida en la Biblia como Kalakh- (hoy Nimrud), que sería, de hecho, repoblada durante el reinado de su hijo y sucesor. Fue éste, Tukulti-Ninurta I, quien dio un gran empuje a la arquitectura al ordenar restaurar y modificar edificios importantes de Assur, la capital imperial. Entre ellos estaba el antiquísimo Templo de Ishtar, al que se le dotó de nueva planta. La estructura principal, dedicada a la Ishtar. acadia (Assuritu), respetaba, sin embargo, la primitiva disposición del eje acodado.
Mucho más importante que esta reforma, fueron el templo y la torre escalonada, dedicadas a Assur, que ordenó construir tal rey en la nueva residencia que levantó a unos 3 km de Assur, y que llamó Kar-Tukulti-Ninurta. El nuevo templo, sin embargo, no presentaba planta asiria, sino babilónica, pues estaba proyectado con una cella larga y estrecha. Algunos especialistas ven en esta disposición arquitectónica la presencia de la magnífica estatua de Marduk, traída allí por el rey desde Babilonia con ocasión del feroz saqueo que infligió a tal ciudad. Típicamente asirios, no obstante, fueron otros elementos ornamentales: los nichos, la escalinata y el podio, por ejemplo.
De la nueva residencia que ordenó construir no podemos decir casi nada, puesto que la planta de la misma no se ha podido delinear con coherencia, dado lo poco que se ha conservado. Tampoco sabemos nada del nuevo palacio que se hizo edificar en la propia Assur; del mismo, los arqueólogos sólo han podido determinar su emplazamiento, gracias a los cimientos de mampostería que han sido encontrados.
A su reinado pertenece, probablemente, un magnífico hipogeo (tumba número 45 de las excavaciones), construido en ladrillo, no lejos del Templo de Ishtar de Assur. Sirvió como tumba a dos sacerdotisas y en él apareció un rico ajuar funerario (22 vasos de alabastro, diferentes objetos de marfil, joyas y un magnífico sello de lapislázuli).
Nuevamente, hemos de esperar un siglo para tener más noticias de actividades arquitectónicas asirias. Durante ese espacio de silencio constructivo, los nómadas arameos habían invadido amplias zonas de la alta Mesopotamia y las fricciones con Babilonia habían sido cosa frecuente. A todo ello puso término Assur-resh-ishi I (1133-1116), el vengador del país de Assur, lo que le permitió luego dedicarse a restaurar y construir templos y palacios en varios puntos de su Imperio.
Cuando tras él, Tiglat-pileser I (1115-1077) accedió al trono, Asiria encontró de nuevo sus rumbos políticos y su función de gran potencia mundial. Las expediciones contra los nómadas, los países de la costa mediterránea y los reinos neohititas procuraron enormes botines al nuevo monarca, parte de los cuales empleó en diferentes construcciones. Una de ellas fue el doble templo de Anu y Adad (dioses del cielo y de la tormenta, respectivamente), levantado en Assur, y del cual sólo nos han llegado sus cimientos (36 + 35 m). Su planta constaba de dos capillas idénticas separadas por un estrecho pasillo, situadas entre las dos ziqqurratu cuadradas del doble templo.